Nuestro fundamento es la vivencia de los valores cristianos, siendo éste uno de los ejes principales de nuestro proceso educativo. Tenemos a Jesús como centro de nuestras vidas y vocación, sintiéndonos inspirados por la misión de Marcelino Champagnat: “Dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar”, “Para educar bien a los niños hay que amarlos y amarlos a todos por igual”.
Orientamos el corazón de la niñez y juventud a María, discípula perfecta de Cristo, y la hacemos conocer y amar, como camino que lleva a Jesús.
El ser Marista implica hacer un servicio de Evangelización, educando a los niños y jóvenes, en especial a los más necesitados. Evangelizamos educando y educamos evangelizando.
Ofrecemos una educación religiosa estructurada y coherente. Iniciamos a los jóvenes en la vida sacramental y les ayudamos a insertarse en una comunidad eclesial, cimentada en Jesucristo, que es profética (anuncia y denuncia), santuario y comunidad fraterna.
Nuestros destinatarios son el centro de interés en todo lo que concierne a la vida de las obras maristas. Les ayudamos a adquirir conocimientos, a desarrollar sus capacidades y crecer en valores a través del descubrimiento de la naturaleza, de los demás, de sí mismos y de Dios.
Siguiendo a Marcelino, animamos a los jóvenes a esforzarse por ser siempre mejores. Ellos han de ver que confiamos en su capacidad para avanzar y alcanzar metas. Al llevar adelante nuestra labor educativa, prestamos especial atención a los más débiles y vulnerables.
Formamos buenos cristianos y virtuosos ciudadanos, que se traduce hoy en hombres y mujeres que luchan por la justicia, por la defensa y el respeto de la vida, la libertad, que cultivan la paz, promueven una sociedad solidaria. Por ese motivo, educar con sentido marista es preparar para la vida. No grandes teorías, sino sentido práctico y creativo.
Consideramos a la persona como un ser trascendente que se realiza plenamente en el seguimiento de Jesús, que llama a todos al amor, a la santidad y a la plenitud de la vida.
Creemos que la familia es la primera educadora de los hijos, a la que acompañamos, ofreciéndole medios y oportunidades, para que asuma su misión formativa de armonizar fe, cultura y vida.